miércoles, 27 de julio de 2011

La Soledad

 

CIEN AÑOS DE SOLEDAD
GARCIA MARQUEZ, GABRIEL
Temas: Literatura Latinoamericana
Editorial: Sudamericana
Cantidad de Páginas: 493
Peso estimado: 600 gramos.
Precio: $89 

Cien Años de Soledad es una obra maestra escrita por Gabriel García Marquez, ganador del premio nobel en 1982. El libro es un clásico de la literatura Latinoamericana. Sin nombre o numeración de capítulos, García Marquez te traslada a un mundo lleno de pasión, amor y magia. Un libro narrado en tercera persona que te lleva en su lectura con la continua intriga del porqué de su nombre "Cien Años de Soledad". 
La novela se desarrolla durante el siglo XX y cuenta sobre las seis generaciones de la familia Buendía, muestra sus amores, tragedias, aventuras, peleas. Además de descubrir capítulo a capítulo novedades en este pueblo llamado Macondo, un pueblo fundado por José Arcadio Buendía y Úrsula, su esposa. Al pueblo llegan todas las novedades del afuera por los gitanos, como el hielo: “Este es el gran invento de nuestro tiempo” José Arcadio Buendía dijo al conocer el hielo. 
El realismo mágico de esta historia se muestra en una cola de cerdo como en años de lluvia, muertos que aparecen en el jardín, política y pasión, sangre que llega de una casa a otra, premoniciones. Todo este realismo mágico, te lleva a una lectura continua e intrigante, un apego a Macondo, un lugar donde todo puede pasar. Todos sus personajes parecen que están predestinados a padecer de la soledad, como una característica innata de la familia Buendía, una historia que atrapa y que no puede dejar de leerse. 

miércoles, 20 de julio de 2011

Obras de García Marquez

Yo no vengo a decir un discurso
2010
Memoria de mis putas tristes
2004
Vivir para contarla
2002
Por la libre (1974-1995)
1999
Noticia de un secuestro
1996
Del amor y otros demonios
1994
Doce cuentos peregrinos
1994
Extraños peregrinos: doce cuentos
1992 
El general en su laberinto
1989
Las aventuras de Miguel Littín clandestino en Chile
1986 
El amor en los tiempos del cólera
1985
El asalto: el operativo con el que el FSLN se lanzó al mundo
1983
Erendira
1983
El olor de la guayaba
1982
El secuestro
1982
Viva Sandino
1982
Crónica de una muerte anunciada
1981
El otoño del patriarca
1975
Chile, el golpe y los gringos
1974
Ojos de perro azul
1974
Cuando era feliz e indocumentado
1973
La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada
1972  
Relato de un náufrago
1970  
Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo
1968
Cien años de soledad
1967
La mala hora
1962 
Los funerales de la Mamá Grande
1962 
El coronel no tiene quien le escriba
1961 
Un día después del sábado
1955
La hojarasca
1954 

Realismo Mágico

Como autor de ficción, García Márquez es siempre asociado con el realismo mágico. De hecho, es considerado la figura central de este género. El realismo mágico se usa para describir elementos que tienen, como es el caso en los trabajos de este autor, la yuxtaposición de la fantasía y el mito con las actividades diarias y ordinarias.
El realismo es un tema importante en todas las obras de García Márquez. Él ha dicho que sus primeros trabajos (con la excepción de La hojarasca), como El coronel no tiene quien le escriba, La mala hora y Los funerales de la Mamá Grande, reflejan la realidad de la vida en Colombia y este tema determina la estructura racional de los libros. Dice: "No me arrepiento de haberlas escrito, pero pertenecen a un tipo de literatura premeditada que ofrecen una visión de la realidad demasiado estática y exclusiva".
En sus otras obras ha experimentado más con enfoques menos tradicionales a la realidad, de modo que «lo más terrible, lo más inusual se dice con expresión impasible». Un ejemplo comúnmente citado es la ascensión espiritual y física al cielo de un personaje mientras está colgando la ropa para secar, en Cien Años de Soledad. El estilo de estas obras se inscribe en el concepto de lo «real maravilloso» descrito por el escritor cubano Alejo Carpentier y ha sido etiquetado como realismo mágico. El crítico literario Michael Bell propone una interpretación alternativa para el estilo de García Márquez, por cuanto la categoría de realismo mágico ha sido criticada por ser dicotomizadora y exotizadora: «Lo que está realmente en juego es una flexibilidad psicológica que es capaz de habitar nada sentimentalmente el mundo diurno mientras se mantiene abierta a las incitaciones de aquellos dominios que la cultura moderna tiene, por su propia lógica interna, necesariamente marginalizados o reprimidos». García Márquez y su amigo Plinio Apuleyo Mendoza discuten su trabajo de un modo similar, «El tratamiento de la realidad en tus libros... ha recibido un nombre, el de realismo mágico. Tengo la impresión de que tus lectores europeos suelen advertir la magia de las cosas que tú cuentas, pero no ven la realidad que las inspira. Seguramente porque su racionalismo les impide ver que la realidad no termina en el precio de los tomates o de los huevos.
García Márquez crea un mundo tan semejante al cotidiano pero al mismo tiempo totalmente diferente a ello. Técnicamente, es un realista en la presentación de lo verdadero y de lo irreal. De algún modo trata diestramente una realidad en la que los límites entre lo verdadero y el fantástico se desvanecen muy naturalmente.
García Márquez considera que la imaginación no es sino un instrumento de la elaboración de la realidad y que una novela es la representación cifrada de la realida.

Un poco de Gabriel García Marquez

Gabriel García Márquez nació en Aracataca (Magdalena), el 6 de marzo de 1927. Creció como niño único entre sus abuelos maternos y sus tías, pues sus padres, el telegrafista Gabriel Eligio García y Luisa Santiaga Márquez, se fueron a vivir, cuando Gabriel sólo contaba con cinco años, a la población de Sucre, donde don Gabriel Eligio montó una farmacia y donde tuvieron a la mayoría de sus once hijos.
Los abuelos eran dos personajes bien particulares y marcaron el periplo literario del futuro Nobel: el coronel Nicolás Márquez, veterano de la guerra de los Mil Días, le contaba al pequeño Gabriel infinidad de historias de su juventud y de las guerras civiles del siglo XIX, lo llevaba al circo y al cine, y fue su cordón umbilical con la historia y con la realidad. Doña Tranquilina Iguarán, su cegatona abuela, se la pasaba siempre contando fábulas y leyendas familiares, mientras organizaba la vida de los miembros de la casa de acuerdo con los mensajes que recibía en sueños: ella fue la fuente de la visión mágica, supersticiosa y sobrenatural de la realidad. Entre sus tías la que más lo marcó fue Francisca, quien tejió su propio sudario para dar fin a su vida.
Gabriel García Márquez aprendió a escribir a los cinco años, en el colegio Montessori de Aracataca, con la joven y bella profesora Rosa Elena Fergusson, de quien se enamoró: fue la primera mujer que lo perturbó. Cada vez que se le acercaba, le daban ganas de besarla: le inculcó el gusto de ir a la escuela, sólo por verla, además de la puntualidad y de escribir una cuartilla sin borrador.

domingo, 17 de julio de 2011

Premio Nobel de 1982

En mis entradas anteriores hable más que nada sobre la obra de García Marquez "Cien años de soledad" pero no mucho sobre el. Un dato importante para mencionar es el discurso que García Márquez dio cuando recibió el premio Nobel en 1982: "La soledad de América Latina".

"Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara. Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo. Contó que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de su propia imagen.

Este libro breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy, no es ni mucho menos el testimonio más asombroso de nuestra realidad de aquellos tiempos. Los Cronistas de Indias nos legaron otros incontables. Eldorado, nuestro país ilusorio tan codiciado, figuró en mapas numerosos durante largos años, cambiando de lugar y de forma según la fantasía de los cartógrafos. En busca de la fuente de la Eterna Juventud, el mítico Alvar Núñez Cabeza de Vaca exploró durante ocho años el norte de México, en una expedición venática cuyos miembros se comieron unos a otros y sólo llegaron cinco de los 600 que la emprendieron. Uno de los tantos misterios que nunca fueron descifrados, es el de las once mil mulas cargadas con cien libras de oro cada una, que un día salieron del Cuzco para pagar el rescate de Atahualpa y nunca llegaron a su destino. Más tarde, durante la colonia, se vendían en Cartagena de Indias unas gallinas criadas en tierras de aluvión, en cuyas mollejas se encontraban piedrecitas de oro. Este delirio áureo de nuestros fundadores nos persiguió hasta hace poco tiempo. Apenas en el siglo pasado la misión alemana de estudiar la construcción de un ferrocarril interoceánico en el istmo de Panamá, concluyó que el proyecto era viable con la condición de que los rieles no se hicieran de hierro, que era un metal escaso en la región, sino que se hicieran de oro.

La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia. El general Antonio López de Santana, que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles. El general García Moreno gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial. El general Maximiliano Hernández Martínez, el déspota teósofo de El Salvador que hizo exterminar en una matanza bárbara a 30 mil campesinos, había inventado un péndulo para averiguar si los alimentos estaban envenenados, e hizo cubrir con papel rojo el alumbrado público para combatir una epidemia de escarlatina. El monumento al general Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del mariscal Ney comprada en París en un depósito de esculturas usadas.

Hace once años, uno de los poetas insignes de nuestro tiempo, el chileno Pablo Neruda, iluminó este ámbito con su palabra. En las buenas conciencias de Europa, y a veces también en las malas, han irrumpido desde entonces con más ímpetus que nunca las noticias fantasmales de la América Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda. No hemos tenido un instante de sosiego. Un presidente prometeico atrincherado en su palacio en llamas murió peleando solo contra todo un ejército, y dos desastres aéreos sospechosos y nunca esclarecidos segaron la vida de otro de corazón generoso, y la de un militar demócrata que había restaurado la dignidad de su pueblo. En este lapso ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa occidental desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi los 120 mil, que es como si hoy no se supiera dónde están todos los habitantes de la ciudad de Upsala. Numerosas mujeres arrestadas encintas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aún se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 mil muertes violentas en cuatro años.

De Chile, país de tradiciones hospitalarias, ha huido un millón de personas: el 10 por ciento de su población. El Uruguay, una nación minúscula de dos y medio millones de habitantes que se consideraba como el país más civilizado del continente, ha perdido en el destierro a uno de cada cinco ciudadanos. La guerra civil en El Salvador ha causado desde 1979 casi un refugiado cada 20 minutos. El país que se pudiera hacer con todos los exiliados y emigrados forzosos de América latina, tendría una población más numerosa que Noruega.

Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad.

Pues si estas dificultades nos entorpecen a nosotros, que somos de su esencia, no es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos. Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios. Tal vez la Europa venerable sería más comprensiva si tratara de vernos en su propio pasado. Si recordara que Londres necesitó 300 años para construir su primera muralla y otros 300 para tener un obispo, que Roma se debatió en las tinieblas de incertidumbre durante 20 siglos antes de que un rey etrusco la implantara en la historia, y que aún en el siglo XVI los pacíficos suizos de hoy, que nos deleitan con sus quesos mansos y sus relojes impávidos, ensangrentaron a Europa con soldados de fortuna. Aún en el apogeo del Renacimiento, 12 mil lansquenetes a sueldo de los ejércitos imperiales saquearon y devastaron a Roma, y pasaron a cuchillo a ocho mil de sus habitantes.

No pretendo encarnar las ilusiones de Tonio Kröger, cuyos sueños de unión entre un norte casto y un sur apasionado exaltaba Thomas Mann hace 53 años en este lugar. Pero creo que los europeos de espíritu clarificador, los que luchan también aquí por una patria grande más humana y más justa, podrían ayudarnos mejor si revisaran a fondo su manera de vernos. La solidaridad con nuestros sueños no nos haría sentir menos solos, mientras no se concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión de tener una vida propia en el reparto del mundo.

América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental.

No obstante, los progresos de la navegación que han reducido tantas distancias entre nuestras Américas y Europa, parecen haber aumentado en cambio nuestra distancia cultural. ¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad.

Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año hay 74 millones más de nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para aumentar siete veces cada año la población de Nueva York. La mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos, y entre éstos, por supuesto, los de América Latina. En cambio, los países más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios.

Un día como el de hoy, mi maestro William Faullkner dijo en este lugar: "Me niego a admitir el fin del hombre". No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad científica. Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.

Agradezco a la Academia de Letras de Suecia el que me haya distinguido con un premio que me coloca junto a muchos de quienes orientaron y enriquecieron mis años de lector y de cotidiano celebrante de ese delirio sin apelación que es el oficio de escribir. Sus nombres y sus obras se me presentan hoy como sombras tutelares, pero también como el compromiso, a menudo agobiante, que se adquiere con este honor. Un duro honor que en ellos me pareció de simple justicia, pero que en mí entiendo como una más de esas lecciones con las que suele sorprendernos el destino, y que hacen más evidente nuestra condición de juguetes de un azar indescifrable, cuya única y desoladora recompensa, suelen ser, la mayoría de las veces, la incomprensión y el olvido.

Es por ello apenas natural que me interrogara, allá en ese trasfondo secreto en donde solemos trasegar con las verdades más esenciales que conforman nuestra identidad, cuál ha sido el sustento constante de mi obra, qué pudo haber llamado la atención de una manera tan comprometedora a este tribunal de árbitros tan severos. Confieso sin falsas modestias que no me ha sido fácil encontrar la razón, pero quiero creer que ha sido la misma que yo hubiera deseado. Quiero creer, amigos, que este es, una vez más, un homenaje que se rinde a la poesía. A la poesía por cuya virtud el inventario abrumador de las naves que numeró en su Iliada el viejo Homero está visitado por un viento que las empuja a navegar con su presteza intemporal y alucinada. La poesía que sostiene, en el delgado andamiaje de los tercetos del Dante, toda la fábrica densa y colosal de la Edad Media. La poesía que con tan milagrosa totalidad rescata a nuestra América en las Alturas de Machu Pichu de Pablo Neruda el grande, el más grande, y donde destilan su tristeza milenaria nuestros mejores sueños sin salida. La poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos.

En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte. El premio que acabo de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora revelación de que mi intento no ha sido en vano. Es por eso que invito a todos ustedes a brindar por lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha definido como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía. Muchas gracias".

De todo el discurso considero que los siguientes párrafos son muy significantes en su discurso. Por un lado el parrafo que dice: "Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año hay 74 millones más de nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para aumentar siete veces cada año la población de Nueva York. La mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos, y entre éstos, por supuesto, los de América Latina. En cambio, los países más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios". En este párrafo se ve que Latino América responde con la vida y en un año hay 74 millones mas de nacimientos que de defunciones.
y por otro lado el ultimo párrafo donde da las gracias por el premio: "En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte. El premio que acabo de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora revelación de que mi intento no ha sido en vano. Es por eso que invito a todos ustedes a brindar por lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha definido como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía. Muchas gracias". Este párrafo también me resulta significante ya que muestra el amor del autor hacía la poesía y da las gracias por el premio que gana.


En su discurso el autor dice que América Latina ha sido considerada fabulosa desde el tiempo del descubrimiento; ha tenido presidentes y gobernadores alucinados; la violencia sigue ubicua; los europeos no entienden la literatura latinoamericana y tampoco se solidarizan con la innovación social latinoamericana como deberían hacerlo; el autor entiende el premio Nobel como una recompensa para todo el continente a la vez que cree que es un premio a la poesía.
I. Datos fabulosos de una crónica de las Indias.
II. Conquistadores. Latinoamérica es fabulosa. La fiebre de oro.
III. Datos sobre presidentes latinoamericanos pintorescos del siglo XIX.
IV. Guerras civiles y opresión en América Latina del siglo XX.
V. Exiliados latinoamericanos.
VI. El premio es para la realidad latinoamericana. La literatura se basa en la realidad.
VII. Europa no sabe interpretar la literatura latinoamericana y debe estudiar su pasado.
VIII. Los intelectuales europeos deben apoyar a ciertas opciones políticas latinoamericanas.
IX. Latinoamérica puede ser original en política.
X. Varios temas.
XI. Latinoamérica responde con “la vida”.
XII. El autor se niega a creer en el fin del hombre.
XIII. América Latina no debe ser un juguete del azar.
XIV. El premio es para la poesía.
XV. El autor siempre intenta servir a la poesía.
 El discurso del Nobel nos trasmite la idea de que la magia de García Márquez es verbal y no de contenido ni de pensamiento. Hasta se podría hablar de un afán de chocar y de brillar más que de trasmitir un contenido.

Lectura de Cien Años de Soledad

REFLEXIÓN 1
 José Arcadio me hace acordar a Orlando Bloom en Piratas del Caribe, sobre todo en el momento que se va con los Gitanos: “La noche del sábado José Arcadio se amarró un trapo rojo en la cabeza y se fue con los gitanos”.

REFLEXIÓN 2
Con respecto al Realismo Mágico que Márquez no es de lo que más me gusta del libro, ya que considero que no tiene necesidad de que aparezca, la historia se podría contar igual de bien si tan solo algunas de sus fantasías desaparecieran. Por ejemplo, no veo la necesidad de que un niño pueda nacer con cola de cerdo, que dijera que el niño puede nacer malformado tendría el mismo significado y sería más real. También, la comunicación entre muertos y vivos tampoco es algo que sea esencial en la historia. Otro ejemplo, es el de la olla, Aureliano de antemano anticipa que la olla se va a caer: “La olla estaba bien puesta en el centro de la mesa, pero tan pronto como el niño hizo el anuncio, inició un movimiento irrevocable hacía el borde, como impulsada por un dinamismo interior y se despedazó en el suelo”. Otra situación de Realismo Mágico es cuando el hilo de sangre se recorre maso menos toda la ciudad hasta llegar justo donde estaba Úrsula, algo inexplicable.
A pesar de que no esté totalmente de acuerdo con algunas escenas donde aparece el realismo mágico, debo aclarar que el libro llama mi atención y me gusta leerlo.
REFLEXIÓN 3
El amor que nace entre Aureliano y Remedios (la hija mejor de Apolinar Moscote) me hace acordar al libro “Eclipse” de la saga “Crepúsculo” escrito por Stephenie Meyer, no en todo el texto sino en un capítulo llamado Imprimación.
“—No le juzgues aún. ¿Te ha hablado alguien de...? ¿Has oído hablar de la imprimación?
— ¿Imprimación? —Repetí esa expresión tan poco familiar—. lo, ¿qué significa?
Es una de esas cosas singulares con las que nos las tenemos que ver, aunque no le suceden a todo el mundo. De hecho, es la excepción, no la regla. Por aquel entonces, Sam ya había oído todas las historias que solíamos tomar como leyendas y sabía en qué consistía, pero ni en sueños...
— ¿Qué es? —le azucé.
La mirada de Jacob se ensimismó en la inmensidad del océano.
—Sam amaba a Leah, pero no le importó nada en cuanto vio a Emily. A veces, sin que sepamos exactamente la razón, encontramos de ese modo a nuestras parejas —sus ojos volvieron a mirarme de forma fugaz mientras se ponía colorado—. Me refiero a nuestras almas gemelas.
— ¿De qué modo? ¿Amor a primera vista? —me burlé.
Él no sonreía y en sus ojos oscuros leí una crítica a mi reacción.
—Es un poquito más fuerte que eso. Más... contundente.
—Perdón —murmuré—. Lo dices en serio, ¿verdad?
—Así es.
— ¿Amor a primera vista pero con mayor fuerza? —había aún una nota de incredulidad en mi voz, y él podía percibirla.
—No es fácil de explicar. De todos modos, tampoco importa —se encogió de hombros—. Querías saber qué sucedió para que Sam odiara a los vampiros porque su presencia le transformó e hizo que se detestara a sí mismo. Pues eso fue lo que le sucedió, que le rompió el corazón a Leah. Quebrantó todas las promesas que le había hecho. Sam ha de ver la acusación en los ojos de Leah todos los días con la certeza de que ella tiene razón.
Enmudeció de forma abrupta, como si hubiera hablado más de la cuenta.
— ¿Cómo maneja Emily esa situación estando como estaba tan cercana a Leah...?
Sam y Emily estaban hechos el uno para el otro, eran dos piezas perfectamente compenetradas, formadas para encajar la una en la otra. Aun así, ¿cómo lograba Emily superar el hecho de que su amado hubiera pertenecido a otra, una mujer que había sido casi su hermana?
—Se enfadó mucho en un primer momento, pero es difícil resistirse a ese nivel de compromiso y adoración —Jacob suspiró—. Entonces, Sam pudo contárselo todo. Ninguna regla te ata cuando encuentras a tu media naranja. ¿Sabes cómo resultó herida Emily?
—Sí.”
Además, me hace acordar a la imprimación de Quil y Claire:
- “¡Claire, no hagas eso! – Le reclamó a la niña que tenía al frente.
- Pero Quil, yo solo quiero ver que me van a regalar la tía Emely y el tío Sam – Dijo haciendo un puchero que resultaba demasiado adorable para aquel chico.
Desde que conocí a aquella pequeña niña de cabellera castaña y ojos miel, no pude dejar de mirarla con aquella mirada única y especial, desde ese momento supe lo que era estar imprimado, sin embargo sé que es algo que no se puede definir con palabras.
Alzó a la niña por la cintura y le llevó hacia el sillón.
- Escucha, sé que mañana es tu cumpleaños – Ella asintió – Pero por esa misma razón debes esperar hasta mañana.
Claire arrugó el ceño.
Cada gesto que ella hace me hace mirarla con más intensidad, sin querer dejar de hacerlo nunca, por eso mismo me es imposible negarle algo, y tengo que debatirme conmigo mismo cuando de verdad debo negarle una cosa.
- ¿Sabes por qué?
Ella sacudió la cabeza, él sonrió.
Doy gracias a su madre, y a la misma Emely, por dejarme pasar tiempo con ella; se que es muy extraño y mal hablado, el que un chico, que en realidad ya no lo es – porque ya tengo veinticuatro años –, se la pase con una niña que  apenas va a cumplir los nueve.
- Bueno, se dice, que si ves tú regalo antes del día de tu cumpleaños no lo vas a recibir, pero sobre todo.
Claire miraba expectante.
No sé nada sobre el misterio de la imprimación – si es que uno se imprime por la personalidad de la persona, los rasgos u otra cosa -, solo sé que cuando estás imprimado, tu vida cambia por completo; y que solo vives para esa persona especial.”
REFLEXIÓN 4
Me da bronca la actitud de Apolinar Moscote cuando muere Remedios ya que le dice a Aureliano que se case con alguna de sus otras hijas. No entiendo  como en esa época no se entiende el amor que alguien le puede tener a otra persona y de lo fácil que parece olvidar.
“Vuelve a casarte Aurelito”, le decía el suegro. “Tengo seis hijas para escoger”.
REFLEXIÓN 5
Me parece una actitud más que inocente cuando Aureliano a pesar de simpatizar con la actitud liberal no entiende como se llega al extremo de hacer una guerra por cosas que no podían tocarse con las manos. Por otro lado, me da tristeza que los fraudes en las elecciones ya lleven demasiados años en la historia de nuestro mundo: “Había casi tantas papeletas rojas como azules, pero el sargento solo dejó diez rojas y completo la diferencia con azules”.
 REFLEXÍON 6
Algunas citas de lo leído en conexión desde mi punto de vista con el título:
“…pero solamente la encontró en la imagen que saturaba su propia y terrible soledad”.
“También ella padecía la espina de un amor solitario.”
Sin haber leído en otras fuentes comentarios acerca del título, se lo puede relacionar hasta ahora, desde mi punto de vista, con la soledad de los integrantes de la casa de Úrsula. Con la tristeza que me genera que José Arcadio Buendía este amarrado a un castaño hasta su muerte. Que miembros de la familia mueran y no hayan podido llegar a la felicidad absoluta. También, lo relacionaría con la soledad de sentir que no se puede lograr todo lo que uno se propone en la vida. Además, la división que existe entre los integrantes de la familia, la desunión.

Cien Años de Soledad - Capítulos uno, dos y tres


Empecé a leer “Cien años de soledad” que es una novela del escritor colombiano Gabriel García Marquez, ganador del premio nobel de literatura. Considerada una obra maestra de la literatura hispanoamericana y universal, es una de las obras más traducidas y leídas en español. Fue catalogada como una de las obras más importantes de la lengua castellana durante el IV Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado en Cartagena, Colombia, en marzo de 2007. La primera edición de la novela fue publicada en Buenos Aires, Argentina, en junio de 1967 por la editorial Sudamericana con un tiraje inicial de 8000 ejemplares; hasta la fecha se han vendido más de 30 millones de ejemplares y ha sido traducida a 35 idiomas.


En el primer capítulo, nos presentan la aldea chica Macondo. Donde vivía la familia Buendía, compuesta por José Arcadio Buendía esposo de Úrsula Iguarán y padre de José Arcadio Buendía y Aureliano. Esta aldea era visitada por los gitanos, quienes traían los nuevos inventos, como por ejemplo el imán, una lupa enorme, el catalejo, mapas y el hielo. José Arcadio Buendía trabajaba día y noche en su laboratorio haciendo ciencia con estos inventos, que intercambiaba o compraba con los gitanos y su buen amigo Melquiades (gitano que traía, junto con los suyos, inventos y apoyaba a José Arcadio Buendía en sus intentos de descifrar teorías e utilidades de los inventos). José Arcadio Buendía quería que la ciencia llegue a Macondo y Úrsula, al igual que muchos otros en Macondo pensaban que José Arcadio Buendía estaba loco por decir por ejemplo: “La tierra es redonda como una naranja”. Úrsula tampoco quería que involucre a sus hijos en sus locuras.
En el segundo capítulo, cuenta cómo llegaron Úrsula y José Arcadio Buendía a ser primos, personas que aunque no se hubiesen casado estarían entrelazados de por vida. Ellos tienen miedo que, por experiencias pasadas en la familia, les salgan hijos con cola de cerdo. Por ese motivo, no tuvieron relaciones durante más de un año después de casados y ella se protegía durante las noches con un pantalón de castidad que su madre le había hecho. Llegó un día, luego de una pelea de gallinas entre Prudencio Aguilar (un vecino de la sierra en donde vivían) y José Arcadio Buendía, donde José Arcadio Buendía mata a Prudencio por la impotencia de las palabras de Prudencio y sus burlas debido al rumor en la aldea de que Úrsula y José Arcadio Buendía nunca habían tenidos relaciones. Luego de la muerte de Prudencio, José Arcadio Buendía llega a su casa y le propone de una manera muy autoritaria a Úrsula a tener relaciones esa misma noche sin importar la posibilidad de un hijo con cola de cerdo. A pesar de que Prudencio este muerto, se aparecía por la casa de los Buendía tapando la herida del cuello con un tapón. Arcadio decide mudarse y fue seguido por otras familias. Se establecieron al lado de un río y fundaron Macondo. El primogénito, José Arcadio conoce a Pilar Ternera y empezó a mantener relaciones sexuales con ella, una mujer que se dedicaba a leer las cartas. Tenían encuentros a menudo y, no tardó en quedarse embarazada. Cuando llegaron nuevamente los gitanos, el primogénito vio a una joven gitana de la cual se enamoró rápidamente. Van a una carpa de los gitanos donde tienen relaciones sexuales. Al día siguiente este se había fugado con los gitanos y la gitana. Úrsula al enterarse fue en su busca sin importar que le depararía y sin importar que había dado a luz hace poco tiempo. José Arcadio Buendía se hizo cargo de Aureliano y de su nueva hija, llamada Amaranta. A los cinco meses regresó Úrsula sin su hijo pero con gente de otros pueblos. Consiguió lo que José Arcadio Buendía nunca pudo a pesar de pasarse la mayor parte de su tiempo encerrado en el laboratorio. Tenía la ciencia y lo que deseaba Arcadio junto a ella en la puerta de su casa. “Úrsula no había alcanzado a los gitanos, pero encontró la ruta que su marido no pudo descubrir en su frustrada búsqueda de los grandes inventos”.
En el tercer capítulo, Úrsula y José Arcadio Buendía aceptan al hijo de Pilar Ternera de mala gana. Le pusieron el nombre de Arcadio. Amaranta y Arcadio eran cuidados por Visitación, una india que había llegado a Macondo huyendo de una peste de insomnio. En mi opinión, con la peste del insomnio comienza a aparecer más lo fantástico de la obra. Los que se contagiaban no dormían más, vivían en vigilia y no sentían cansancio alguno. Para algunos como José Arcadio Buendía esto era en un principio ya que había mucho que hacer en Macondo y se podría aprovechar más el tiempo. Con el pasar de los días la enfermedad llega a toda la población y comienza a haber otras consecuencias como el olvido de las cosas, de la memoria, nuestros recuerdos. Entre todo el pueblo se organizan para poder convivir con la enfermedad y que esta no se expanda si es que gente sana de afuera visita Macondo. Esta enfermedad la trajo al pueblo una niña, que se la llamo Rebeca. Ella llega a la casa de los Buendía para quedarse con ellos. Vino hasta Macondo con unos traficantes de pieles desde Manaure, también vinieron los gitanos, pero no hubo novedades de José Arcadio. La niña tenía una carta dirigida hacia José Arcadio Buendía. La misma estaba escrita en términos muy cariñosos pero ni Úrsula ni José Arcadio Buendía supieron quiénes eran sus papas a pesar de que decía que era prima segunda de Úrsula y por consiguiente parienta de José Arcadio Buendía. La niña era hija de Rebeca Montiel y de Nicanor Ulloa inolvidable amigo, según la carta, de José Arcadio Buendía. Melquiades vuelto de la muerte soluciona en Macondo la enfermedad del insomnio. Macondo le abre las puertas a Melquiades para que se quede en el pueblo donde no había ni muertos ni cementerio. Por otro lado, con la llegada de los gitanos, Aureliano que continuaba con investigaciones visita a los gitanos para ver qué hay de nuevo, además de escuchar a Francisco el Hombre que contaba las novedades de los pueblos y por veinte o cuarenta centavos, experimenta algo parecido al amor y al deseo con una muchacha que para pagar una casa incendiada de la abuela se vendía a maso menos setenta hombres por noche. Aureliano la quería proteger y cuidar, hasta casarse con ella. Sin embargo, cuando va en busca de ella ya se había ido del pueblo. Por último, Úrsula tan ocupada con sus cosas, se dio cuenta de que Rebeca y Amaranta eran dos señoritas hermosas y que Arcadio ya también crecía de a poco. Piensa en que ya la casa queda chica, decide agrandarla para las comodidades de todas. Todo va de lo mejor hasta que tiene que pintar la casa de azul ya que “el corregidor”, un hombre mandado por el gobierno dice que las casas deben ser azules. José Arcadio Buendía va y le hace frente al mismo ya que todo tendría que ser en Macondo como el fundador lo quería. El corregidor se va, pero vuelve con su familia y soldados. Todos en el pueblo estaban descontentos y van por las buenas a hablar con el corregidor, llegando al acuerdo de que los soldados en la puerta del hotel Jacob, donde estaba el lugar de trabajo del corregidor se tenían que ir. Además, acuerdan que las casas son del color que el dueño quiere. José Arcadio Buendía le da casa a la familia del corregidor en Macondo. Se firma con un pacto de manos.




Opinión y reflexión:
Hasta acá, todo va bien en Macondo. Todos parecen tener la vida que quieren, a pesar de que hubo pérdidas como la de José Arcadio, que como dije antes, se fue con los gitanos. Solucionan todos juntos en la aldea los problemas que se presentan y llevan una buena vida, creciendo juntos. La instalación del corregidor en la aldea, en mi opinión va a provocar un cambio en la obra. Todo lo bueno de Macondo, donde en conjunto, los ciudadanos hacen sus propias reglas puede que cambie. El corregidor viene a representar lo que sería el gobierno, y hasta donde leí, no existía un gobierno en Macondo, entonces puede que esto modifique la vida feliz y satisfactoria de la gente allí.
Por otro lado, me identifico con José Arcadio Buendía en lo emprendedor que él es y el interés que le pone a casa cosa que hace o que quiere descubrir. Resulta fascinante como en otras épocas no existían las cosas que ahora sí y que todo aquello se vaya descubriendo. Algo tan común como el hielo para ellos resulta impresionante aun no sabiendo del todo cuál es su utilidad o para que se podría llegar a usar. “Este es el gran invento de nuestro tiempo” José Arcadio Buendía dijo al conocer el hielo.